"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

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miércoles, 17 de febrero de 2016

Derechos, educación, infancia: el trinomio magistral

Desde pequeña siempre quise ser maestra. Era mi sueño posible. Sentaba a mis muñecas sobre la cama, ponía unos trozos de papel en los que antes había escrito algunas sumas y restas (unas bien hechas y otras no para corregir con bolígrafo rojo), y simulaba ser su profesora, elogiando sus bondades y criticando su conducta o falta de esfuerzo con comentarios que más bien parecían grabaciones reales en mi propia aula.

Siempre he valorado el trabajo de los y las maestros/as, la poderosa influencia que tienen sobre sus alumnos/as (aunque a veces no sea todo lo positiva que debiera), el papel de modelado y referencia, pero sobre todo la capacidad de sembrar semillas de afecto en sus alumnos. Yo también tuve profesoras que supieron mirarme bien, pese a ser una niña impulsiva y un tanto desordenada (hoy en día tendría seguro la etiqueta de TDAH). 

Recuerdo especialmente a una profesora que me acompañó durante años de escolarización. Y digo me acompañó porque su recuerdo cercano entonces (ahora mucho más difuso pero no menos entrañable), hacía que entre ella y yo se mantuviera un hilo afectivo que aun sin verla, sabía que estaba ahí. Recuerdo más de una vez fingir que estaba triste cuando ella entraba en clase solo para que se interesara por mí y me preguntara. O levantar velozmente la mano para ser la primera en contestar y "darle la oportunidad" de que supiera que yo “me lo sabía”, fuera lo que fuera la pregunta.

Con los años sigo estimando y valorando mucho la figura del maestro/a. No estudié Magisterio finalmente, pero digamos que la vida me ofreció un camino paralelo y estudiar Pedagogía me permitió, con fortuna, acceder a la universidad como profesora asociada. Desde hace unos años, además de mi profesión de psicóloga, desempeño la labor de “maestra” de estudiantes de Pedagogía y de Educación Social. Puedo decir sin duda que cumplí mi sueño, aunque éste se presentara en diferente formato y en lugar de tener alumnos pequeños tengo la suerte de ayudar a formar a los que van a enseñar a éstos. Difícil labor en los tiempos que corren.

El currículum de los educadores está repleto de contenidos sin duda interesantes y valiosos. Yo diría necesarios pero no suficientes. Psicología evolutiva, dificultades de aprendizaje, programaciones, organización y gestión de centros y un largo etc. que dotan de recursos curriculares, pero se echa en falta la preparación de la persona que va a EDUCAR. 

Concibo el sistema educativo como las muñecas matrioskas en las que de fuera a dentro participan diferentes instancias/recursos/personas. La más grande y no por ello la más importante en el resultado final, es el contexto de políticas educativas (lástima que cambien tanto de traje en función del partido político que gobierne).


Le sigue una muñeca dentro de esta grande, donde los proyectos educativos, las programaciones de aula y unos cuantos documentos más guían la praxis educativa en cada centro educativo. En el interior de ésta muñeca iría otra más pequeña pero no menos carente de valor: las relaciones interprofesionales en el propio centro, el cómo se articula lo que las otras estructuras van marcando pero ya en un plano más interpersonal, en el que se crean o pueden crear grupos de apoyo, profesionales que sin dejar de lado lo establecido aderezan la labor educativa buscando recursos y formas eficaces de llegar a sus alumnos. 


Pero sin duda, la matriuska interior, la más pequeñita es la más importante, la que impregna (o no) de afecto los contenidos, la que es capaz de cambiar el color del cielo cuando hay nubarrones que vienen tanto de la institución educativa como de las propias familias de los niños y niñas, la que posibilita el verdadero valor de la educación.


El/la profesional de la educación, la esencia del sistema educativo, es quien verderamente es capaz de conducir al aprendizaje,más allá de cuestiones organizativas, estructurales o curriculares. Se es maestro/a, se es la parte del eslabón en la que se sostiene la cadena. Se enseña con la cabeza y se educa con el corazón. Se es, en muchas ocasiones maestro/a de vida e incluso tutor/a...de resiliencia.



Al hilo de todo esto quiero compartir con vosotros un documento elaborado conjuntamente por la Universidad de Valencia y Unicef, editado recientemente en octubre de 2015 y que se titula: “Los derechos de la infancia para futuros profesionales de la educación. Una aproximación”.

Este sencillo documento, pretende ofrecer, desde una visión de la infancia como niños y niñas sujetos de derechos y no objetos de cuidado y responsabilidad únicamente del ámbito privado de la familia, un ejercicio de sensibilización y concienciación, de corresponsabilidad individual y colectiva, de la defensa de los derechos de la infancia recogidos en la Convención de los derechos del Niño.

Esta guía pretende responder a la pregunta que un docente puede hacerse acerca de "¿qué debo hacer para dar mejor cumplimiento a los derechos de la infancia en mi profesión?". Hace un repaso a los principios rectores de la Convención de los derechos del Niño aplicados a la educación y aporta claves para su aplicación, como la introducción de prácticas de inclusión (por ejemplo no estereotipar, promover una atmósfera de respeto, asegurar la igualdad de género,etc.), contar con los niños y las niñas haciéndoles partícipes en el proceso educativo, protegerles de la violencia o fomentando el derecho al juego, entre otros. Finalmente aporta también algunos ejemplos de ejercicios prácticos.




Un pequeño documento en cuanto a extensión con un amplio valor sociopedagógico. Podéis descargarlo en el siguiente enlace: http://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/los_derechos_de_la_infancia_para_futuros_profesionales_de_educacion._una_aproximacion.pdf

Espero que os guste y sea de vuestro interés. Hasta pronto.

4 comentarios:

  1. Gracias Conchi. Disfruto leer siempre lo que nos compartes, son temas muy importantes. Los aplico en mente y corazón.

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  2. Muchas gracias a tí María de los Angeles. Tus palabras y abrazos virtuales me llegan siempre muy adentro. Que bueno es saber que al otro lado del mundo hay personas como tú que valoran mis humildes aportaciones y siempre tienen palabras bonitas que hacen a una sentirse sentida. Espero por mucho tiempo seguir compartiendo contigo. Un abrazo!

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  3. Gracias,por escribir esta entrada,necesitaba leer algo así esta semana que ando batallando porque se tengan en cuenta las emociones a la hora de educar y nos dejemos de etiquetar.Al leerte me ha recordado las palabras que me dijo la seño de mi hijo el otro día en esta clase hay niños trabajadores y los que no lo son, junto con la lapidación "yo no tengo ningún problema lo tiene él".Cada día lo tengo más claro ser maestro tiene que ser vocacional.Un abrazo.

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    1. Marina estoy totalmente de acuerdo contigo, las emociones siguen estando alejadas del curriculum pero lo que es más triste es que lo estén de la praxis educativa de muchos docentes. Desde una mirada integral que contemple lo que los niños hacen, piensan y sienten es desde donde tiene sentido la educación. No son meros receptores de contenidos. Espero que tu batalla tenga buenos resultados. Un abrazo

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