"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

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lunes, 12 de mayo de 2014

Cenicienta está cansada de estar siempre con zapatos de tacón

¿Nunca te has parado a pensar cómo serían las segundas partes de los cuentos tradicionales? Si, quizás sea absurdo pensarlo, pero...¿qué sería de Blancanieves después de encontrar a su príncipe azul?¿seguirá siendo feliz o acabó separada porque vino otra más bella que ella a robarle el amor? O por ejemplo el Patito feo ¿habrá formado una familia de cisnes hermosos o quizás se quedó solo porque no confió ya nunca más en los otros? 

El poder de los cuentos es único, permiten soñar que cualquier cosa es posible, incluso en la peor de las circunstancias. Hay siempre personajes buenos y otros menos buenos e incluso antipáticos. Con los primeros podemos identificarnos, aprendemos a resolver problemas, conectamos con sus emociones. De los segundos nos distanciamos, deseamos que desaparezcan pronto de escena.

De todos los cuentos hay uno con el que me quedo: La Cenicienta. 

Cenicienta tuvo una infancia infeliz, con pérdidas de seres queridos, negligencias, vejaciones, abandono afectivo...hasta que la vida le recompensó con su maravilloso príncipe azul, quien no dudó en ir casa por casa probando el bonito zapato de tacón que sólo ella podía calzar. La alegría del rescate, la salvación, una oportunidad...

Conozco muchas Cenicientas y algún que otro Ceniciento. 

María vivió una terrible infancia de abusos por parte de su padre y encubrimiento de su madre...hasta que llegó su galán y la cubrió de afecto y buen trato para que olvidara en un desván oscuro la tristeza de su pasado.

Cristina era atada a una silla con cadenas cuando de pequeña se portaba mal...pero un hada buena dio la señal de alarma y fue acogida por una familia que le brindó la posibilidad de conocer lo que es el amor incondicional. 

Carmen resoplaba detrás de la puerta de su cuarto cuando se escondía para no oír los gritos ensordecedores de su padre chillando a su madre mientras la golpeaba... hasta que un día decidió que sólo soplaría las velas de cada aniversario en el que celebrase que la vida le pusiera ante ella a su marido, un hombre tierno y amable que supo quererla en voz baja.

Todas historias con final feliz. Al menos la primera parte. 

Pero, hay algo que se repite. Cenicienta está cansada de llevar siempre zapatos de tacón. Esos zapatos que le hacen sentir princesa, que la elevan sobre el suelo para asomarse a una vida sin sobresaltos. Llevar tacones requiere saber mantener el equilibrio, tener porte al caminar, sortear los agujeros de la acera para no tropezar. Pero lo peor de lo peor ¿sabes que es? Lo más difícil es llevar zapatos de tacón cuando se tienen callos en los pies y rozaduras. 


María, Cristina y Carmen no pudieron evitar tener callos en sus delicados pies. Andar por caminos con espinas, por el asfalto ardiente, por senderos con clavos y sobre todo, sin saber caminar por la vida con la seguridad que dan unos buenos brazos que ayudan a enseñar a andar...hacen que los pasos sean torpes y hasta en ocasiones tropezar y caer. 

Y lo malo no es caer, lo malo es el recuerdo de cada grito, de cada golpe, de palabras malsonantes que resuenan mil y una vez haciendo recordar que no se puede caminar recto por la vida. Caminar con callos en los pies duele. Caminar con zapatos de tacón aún duele más. ¿Cómo demostrar a los demás que se sabe andar en línea recta cuando la voz de la niña interior te recuerda las caídas y el dolor? ¿Cómo enseñar a caminar a los propios hijos e hijas por la vida con los tacones puestos cuando escuece recordar el pasado? ¿Cómo no dejarse vencer por las voces interiores que confunden el camino y consiguen desestabilizar la marcha cayendo en la misma historia, repitiendo frases, hechos, gestos que siempre se han temido u odiado?

La culpa, la vergüenza y el rechazo surgen de manera casi espontánea. El temor de no ser una Cenicienta suficientemente buena, una madre afectiva cuando de niña no se tuvo afecto. Una Cenicienta que a veces tiene que elegir entre el príncipe azul o echar a correr sin zapatos porque está atrapada por su historia que la convierte de nuevo en un desecho de la vida. Y ahí está la disyuntiva. ¿Es posible calzar siempre zapatitos de tacón y avanzar en la marcha?

Quizás la segunda parte del cuento de la Cenicienta pueda acabar con un par de cómodas zapatillas que puedan guardarse fácilmente en el bolsillo, de manera que cuando los callos causen dolor con esas señales que sólo los callos saben hacer, Cenicienta pueda parar y calzarse para recobrar la calma, el sosiego, la ligereza que da un buen calzado para caminar por la vida. ¿La marca de las zapatillas? Hay varias: Aceptación, Perdón, Autoestima, Esperanza.

1 comentario:

  1. Me encantó el recurso de apelar al tan conocido cuento de hadas para reflejar nuestra realidad cotidiana en que los callos duelen y no se marchan, y no siempre se encuentran las zapatillas alternativas.

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